El australiano P.A. Yeoman describió, a fines de la primera mitad del siglo XX, un sistema de subsolaje en curvas de nivel, con una ligera pendiente, para controlar la escorrentía provocada por la lluvia y permitir una irrigación eficaz en terreno ondulado, sin la necesidad de movimientos de tierra.
El término "línea clave" es una referencia al punto en el que la parte inferior y plana de un valle primario se vuelve inclinada. Dentro de los límites del valle, los patrones de cultivo se generan utilizando un arado especialmente desarrollado para promover la infiltración del agua de manera eficiente y para mantenerla en el suelo el mayor tiempo posible. Al esparcir e infiltrar el agua, se promueve el proceso de formación del suelo y la fijación de carbono, lo que permite la restauración de pastos degradados de una manera rentable, rápida y con bajo mantenimiento, con una gran reducción en la pérdida de agua por evaporación.
Este tipo de cultivo sin inversión de los horizontes del suelo promueve el movimiento del agua desde los valles húmedos hacia las divisorias de agua, más secas, creando así una distribución más uniforme del agua y disminuyendo su velocidad, y así contrarrestar la erosión, la compactación y promover un enraizamiento más profundo.